miércoles, 28 de mayo de 2014

AUSCHWITZ

       Veo junto a su reloj unos números grabados en su piel. Con manos temblorosas el
 encorvado anciano me entrega la sortija en un estuche de  terciopelo. Su mirada azul, dura y profunda me dice que también  lleva tatuado muy adentro y desde hace mucho, un sufrimiento infinito.
     Junto a la caja registradora hay un grueso libro de cantos dorados con una estrella de David en la portada.
     Por la noche sueño  en blanco y negro. Veo al joyero aterrorizado, acosado por tres doberman.
     Me despiertan las sirenas de los bomberos. Suena el teléfono. Es el portero que  me avisa de que  están desalojando el edificio por un escape de gas.  No tengo miedo.


1 comentario:

  1. Me gusta que en la mayoría de lo que escribes, el final lo insinúas pero queda a elección del lector que ponga el que mejor le parezca. Incluso si lo relée, cambiar ese mismo final -dependiendo de su estado de ánimo. Tu generosidad se refleja hasta en tus relatos y el respeto hacia los lectores también

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